martes, 27 de noviembre de 2012

LONTANÍA


Barco escorando en la ensenada,
sin estelas, a la deriva mi alma,
borracho ausente, cielo en calma,
tanto beso distante, el mar... Nada.

Acantilado ciego, Prometeo,
cargado el pensamiento de cadenas,
mira más lejos, crepúsculo apenas,
mas le desvela un cercano aleteo.

Brisa del fuego su esfera Satán,
corroe un antiguo rencor su sed,
abre el cancel al fiel Leviatán:

rasga horizontes, de hilos obrizos
teje su niebla: ¡El sol en la red!
Y la noche cae,
                         filtrando hechizos.


jueves, 1 de noviembre de 2012

ULISES MANIATADO NO OYE A LAS SIRENAS

Curtidos marineros de Ítaca ejecutaron fielmente los designios de la asamblea. Ulises fue atado de pies y manos al palo mayor de la nave como corresponde a un rey.
- Ulises, divino por tus ardides, le dijo Perimedes, no te oiremos cuando grites nuestros nombres...
- Nuestros oídos estarán sellados con cera virgen..., aseguró Euríloco.
- ...y si mueves las cejas como para indicar que aflojemos tus ataduras..., insistió Perimedes.
- ...más fuerte apretaremos los nudos, completó Euríloco.
El barco lleva en su quilla un busto de Atenea; su nombre no trascendió la singladura de la historia y por tanto lo llamaremos Poté, el cual se desliza serenamente por las tranquilas aguas de Sicilia. "Nunca" jamás había navegado por aquellos parajes, y deseaba llegar cuanto antes al paraíso de las Sirenas.
Ulises siente crujir las tablas del bajel, las velas se hinchan, al percibir el armonioso canto de las sirenas; amarrado al duro mástil de su galera, borracho de mil batallas, delira sobre cubierta, se confunde con el lamento de las olas:
- ¡Así graznan, oh dioses, las gaviotas marineras!, ¿dónde están las sirenas?
El sol ciega sus ojos, y cree oir una voz antigua que le llama:
- Uli...Uli...Uli-seeeessss. ¡Te esperaba!, dice una sirena gris perla, ¡Te deseaba!, canta otra sirena con el cabello dorado y las escamas de oro, ¡Te amo tanto!, susurra la sirena azul cielo.
Ulises se endereza, grita:
- ¡Amigos!, ¡Hermanos!, suplica, ¡Dejadme reposar en esta isla!
Como no le oyen, las cuerdas la piel del pecho le desgarran y se desangra de tanto gritar.
Los marineros mueven su cabeza:
- Quién pudiera estar en tu lugar, apreciar la belleza y seguir vivo.
- Idiotas, les grita ronco Ulises, no es por las sirenas, este es mi lugar, aquí está mi destino.