Esta tarde vamos a hablar entre otras cosas de: pintura, escultura, narrativa, música, cine, deporte y poesía (para eso estamos en un Aula Poética).
Haruki Murakami nace en Kioto (Japón), un 12 de enero de 1949, es de la llamada generación del ‘Baby boom’ tras la 2ª Guerra Mundial.
Su abuelo paterno fue monje budista, el materno mercader en Osaka, y sus padres profesores de literatura japonesa.
Crece en Kobe y como alumno de la escuela primaria pasa desapercibido. Luego se muda a Tokio, estudiando del 73 al 78 en la Universidad privada de Waseda: drama griego y literatura. Se aficiona a la música y al béisbol y conoce a Yoko que se convertirá en su esposa.
Después de la Universidad, Murakami y su mujer abren un pequeño bar de jazz, que dirigen durante siete años.
Han vivido también en Grecia, Italia y Estados Unidos. Haruki y Yoko, como un rechazo al vínculo familiar, decidieron no tener hijos en parte al no tener la misma confianza, que tenían sus padres, de que después de la guerra, el mundo seguiría mejorando.
Haruki Murakami y Yoko |
Influencias:
En su obra no se puede hablar de una influencia única; él mismo es traductor de algunos autores americanos, admira a Raymond Chandler, Hemingway y sobre todo a Scott Fitgerald, de quien dice que es el mejor escritor.
Con respecto al Premio Nobel, supongo que no se lo han concedido por culpa de su compatriota el escritor moralista Kenzaburo Oé, que lo consiguió en el 94, o tal vez por el anglojaponés Kazuo Ishiguro hace tan sólo seis años.
La obra de Murakami ha sido traducida a más de cincuenta idiomas.
(1) Simpatía por los marginados: enfermos, locos y homosexuales.
(2) Filosofía hedonista y estoica con el culto al cuerpo.
(3) Ambivalencia ante la moral, la política y la realidad.
Para esa generación, heredera del mayo del 68, esa familia que nace del romanticismo con su ideal de libertad individual, se ha transformado en instrumento de opresión. y en el Japón actual, como en todos los países consumistas y altamente desarrollados, la familia está destruyéndose desde dentro. Eso opinan Nakayama y Yüshida, que aseguran: «Las niñas que estudian bachillerato se prostituyen para vestirse de Chanel o Hermés. Los alumnos maltratan a sus compañeros por puro placer. Hay adolescentes que matan a sus padres, y padres que matan a sus hijos». En este caos apocalíptico surgen voces que plantean la vuelta al fascismo. Algo a lo que se opone Murakami. En sus obras no hay una relación sentimental entre los miembros familiares. Las mujeres abandonan a sus maridos. Los hijos se escapan de casa con quince años. A él le importan más los amigos que la familia.
Esas repeticiones las achaco en principio al traductor, que puede hacerlo por motivos económicos, si la editorial le paga por palabra traducida... No son repeticiones como en La Odisea (un poema que todo el mundo ha leído en prosa), cuando comienza casi cada capítulo con la frase: «Se levantó la Aurora de rosáceos dedos», y los acaba con la coletilla: «Desde allí seguimos adelante, escapando gustosos de la muerte, aunque perdimos algunos compañeros».
Murakami es un enamorado de la música (clásica, moderna, jazz). En la música sí hay repeticiones constantemente, por poner dos ejemplos recordemos la canción de los Beatles, Let it be o el famoso Bolero de Ravel.
Escribió un libro (muy aburrido) llamado Música, sólo música. Quizá me estoy pasando y bueno quizá los diálogos entre dos expertos Murakami y Ozawa solo sean para entendidos. Hay algo que sí se puede subrayar, en un momento dado se pregunta: «¿Quién manda en un concierto, el violinista (solista), o el director? La respuesta es que el director ensaya una obra durante un par de semanas y el solista le dedica al menos seis meses».
Como recomendación sugiero que cuando os adentréis en la lectura de cualquier libro de Murakami, tengáis un buen equipo de música al lado y escuchéis las piezas que sus personajes van descubriendo.
Luego compara la música con el deporte. A Murakami los deportes que le atraen son: el béisbol como deporte de equipo y el atletismo como asiduo practicante. Murakami publicó un ensayo: Qué quiero decir cuando hablo de correr. Él mismo empezó a correr a los 33 años, y completó su primera ultramaratón de 100 km. a los 47.
Murakami tiene en su armario de fabulador un zoo completo: osos, monos, ranas, gatos, y todos ellos parlantes. Johnny Walken, personaje de Kafka en la orilla, le explica a Nakata por qué asesina a los gatos y después les saca el corazón: lo hace para reunir sus almas y fabricar una flauta. Al tocar esa flauta podrá reunir almas más grandes que le permitirán fabricar otra flauta mayor, y al final puede que consiga hacer una enorme flauta cósmica.
«Escribir una novela, es como plantar un bosque, y escribir cuentos es parecido a plantar un jardín».
A lo cual añado yo, escribir poesía, sería como regar una maceta.
En realidad un bosque no se planta, se habita, y en las novelas de Murakami, ese habitante es un ser frágil que está a merced de fuerzas misteriosas. El jardín de Murakami, no es como el de El Resplandor de Stephen King, que se puede convertir en laberinto, o el del cuento La bella durmiente que crece salvaje; el de Murakami es un jardín imaginario con música, fuentes y flores, creado de forma exquisita: parece flotar en el aire.
Los personajes de Murakami, recordando la famosa parábola de Platón, se agitan en la oscuridad de una caverna y se quieren liberar de esa fuerza magnética que les atrae hacia una realidad a veces soñada, o imaginada. En esa sociedad kafkiana donde el Estado es todopoderoso, el Gran Hermano de Orwell está presente y los personajes solo pueden rascar con un palillo el muro que separa la ilusión de la realidad.
Escucha la canción del viento.
Esta ópera prima ganó el Premio de Literatura Gunzou para escritores en ciernes en 1979. Junto a Pinball 1973 del año 80 y La caza del carnero salvaje del 82 forman ‘la trilogía de la rata’. Los antepasados de los humildes campesinos de la provincia del norte, emigran a la tierra deshabitada de Hokkaido huyendo de la pobreza. La vida de los inmigrantes era difícil y penosa. El futuro dictador, y todo esto es real, nace allí en 1913, abandona el pueblo a los 12 años. Se afilia a un grupo fascista y en el 32 lo encarcelan por un crimen político. En 1936, cuando todavía sigue en la cárcel aquel joven pobre, es poseído por un carnero con la señal de una estrella en el lomo. Es el mismo carnero que había concedido el poder a Gengis Kan (en el siglo XII), y al salir de prisión en el verano del mismo año se convierte en líder fascista.
Con el apoyo del carnero se hace millonario compra el Partido Conservador, y algunas compañías importantes de publicidad, y así empieza a dominar el Japón de la posguerra.
Es una locura muy al estilo de la Alicia de Lewis Carroll.
Es su primer éxito literario viaja por Europa y América, pero después del terremoto de Kobe y el ataque con gas sarín en el metro de Tokio en el 95, vuelve a su país. Se entrevista con víctimas supervivientes, así como con miembros de la secta religiosa Verdad Suprema responsable del atentado. A partir de estas entrevistas, publica un par de libros, que se combinaron para formar Underground.
Compara a la mujer con una estrella lejana: «Esa estrella brillante, es posible que ya no exista, pero su luz me parece más real que cualquier otra cosa. Tú estás aquí, o eso parece, pero quizá no lo estés, puede que seas una especie de reflejo, y la auténtica Shimamoto, desapareció hace mucho tiempo y se encuentra en otro lugar. Cada vez estoy menos seguro».
Otro de sus personajes, el teniente Mamiya, es arrojado al fondo de un pozo profundo. Saldrá de ese pozo pero, tras enfrentarse a su propia conciencia, perderá la voluntad de vivir: «Ser yo, es una prisión sin esperanza».
Hay más de mil y una historias sobre pozos en el inconsciente colectivo. Encontramos pozos de los deseos en cualquier sitio. En un pasaje bíblico, a José lo abandonan sus hermanos en un pozo antes de llegar a ser la persona más influyente de Egipto después del faraón. En el juego de la Oca, si caes en la casilla número 31, la del pozo, no puedes volver a jugar hasta que otro jugador caiga en la misma casilla. En China, en el I Ching, el libro de los cambios, se dice que todos los problemas proceden del pozo de la India. La simbología asociada es como un pozo sin fondo.
«El sueño de mi vida, llega a confesar Murakami en una entrevista, es estar sentado en el fondo de un pozo. Creo que por mucho que esté encerrado en un lugar oscuro y estrecho, alguien aparecerá para guiarme».
Todo esto parece indicar que los pozos en la obra de Murakami, son como el deseo inconsciente de regresar al útero materno.
Una de sus novelas más sencillas donde subyace la idea de que el amor es imposible. Aquí aparece el tema de la violación, un tema que será recurrente en toda la obra de Murakami. Myu, la empresaria, pasa toda la noche subida a una Noria por un despiste del encargado, y esa noche desde lo alto de la noria ve el edificio donde vive, en su piso un individuo la está violando, a ella. El resultado de todo está en que su pelo se vuelve blanco prematuramente.
(2002) Kafka en la orilla
Un joven bibliotecario de nombre Katka despierta una mañana con las manos manchadas de sangre, y se pregunta si ha podido matar a su padre a pesar de estar tan lejos de casa: «Quizá lo maté a través de algún tipo de sueño especial». También, a través de los sueños, hace el amor con su madre y con su hermana, algo que no puede admitir.
(2009) 1Q84
En japonés la letra Q (quiu) se pronuncia igual que el número 9. Estamos en la distopía del Gran Hermano de Orwell, de su libro 1984, que hay que recordar es un libro futurista, publicado en 1949, el año de nacimiento de Murakami. Fue el primer libro de Murakami que cayó en mis manos, y a pesar de las repeticiones que ensombrecen sus páginas lo he vuelto a leer años después. Yo ya tenía escrito en Facebook en 2011 que «El dia que aparezcan dos lunas (una grande y amarilla y otra pequeña y verde) por los arcos ojivales de la Catedral de Cuenca, a Haruki Murakami le concederán el Nobel». Quizá en un mundo paralelo de 1Q84 ya se lo han concedido.
(2013) Los años de peregrinación del chico sin color
Aquí ocurre lo mismo que después veremos en La muerte del Comendador. Tsukuru Tazaki, en un sueño viola y deja embarazada a una joven que termina suicidándose. Parece que en los temas de las relaciones sexuales no consentidas y la amistad entre hombres, la homosexualidad, en la obra de Murakami, hubiera encontrado su canal de expresión, o su excusa, en el sueño, o en el deseo inconsciente de su realización a través de mundos paralelos.
(2017) La muerte del Comendador
El protagonista, es un pintor de 36 años, retratista de empresarios de notable éxito en Tokio, donde vive con su esposa, Yuzu. Ella, tras seis años casados, le dice que tiene una relación con otro hombre y el protagonista, en proceso de divorcio, decide viajar en su coche por la costa de Japón.
Un amigo le deja una casa en medio del bosque y descubre en un desván un cuadro descatalogado, una obra maestra, que lleva por título La muerte del Comendador, basado en la ópera Don Giovanni de Mozart. Termina regresando con su esposa Yuzu.
«Hice el amor con Yuzu, en una especie de sueño mientras viajaba solo de ciudad en ciudad. Me colé en sus sueños y como resultado se quedó embarazada. Dio a luz a los nueve meses. Había fecundado a Yuzu en un mundo paralelo».
De su colección de cuentos del
año 2000 Después
del terremoto, destaco
Rana salva Tokio:
«Al regresar a su apartamento,
Katagiri se encontró con una enorme rana que lo estaba esperando». Cómo no lo
vamos a comparar con el comienzo de La Metamorfosis, de Kafka: «Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se
despertó convertido en un monstruoso insecto».
En esta novela una lombriz gigante vive en las entrañas de la Tierra, despierta de su letargo tras el terremoto de Kobe del 95, y está llena de odio. Rana se presenta para evitar otro terremoto y así salvar la vida de 150.000 personas y la devastación de Tokio. Aquí vemos su filosofía de galletitas de la suerte. Rana cita a Nietzsche: «El grado más alto del conocimiento se alcanza con la superación del miedo». y a Konrad: «El auténtico terror es el que se siente hacia la propia imaginación», y también a Hemingway: «El valor definitivo de nuestra vida no lo decide nuestra manera de ganar sino nuestra forma de perder». Esta fantasía nos presenta la filosofía que ha ido adquiriendo de sus autores favoritos adaptados a un budismo zen de galletitas de la suerte. «El valor de la vida humana, dice citando a Dostoievsky, es una terrible paradoja según la cual, el hombre que ha creado a Dios es abandonado por ese mismo Dios». Sin embargo, y aquí perdonamos a Murakami tanta filosofía barata, ya que en una de sus entrevistas dice: «En un mundo en el que Dios ha muerto, sólo el arte y la literatura pueden salvar al hombre».
En Tokio blues, también nos presenta esta misma filosofía: «La vida es como una caja de galletas, las hay de muchas clases, algunas te gustan y te las comes y al final sólo quedan en la caja las que no te gustan. Por eso, cuando lo paso mal, pienso: Hay que acabar con esto cuanto antes, ya vendrán tiempos mejores, porque la vida es como una caja de galletas».
Y del año (2020) en la
colección Primera
persona del singular. Áspera piedra, fría almohada:
Es una reflexión sobre la vejez: «Cómo pasa el tiempo. Han transcurrido ya muchos años... Envejecemos lo que dura un parpadeo, todo parece tan breve, no hay marcha atrás, cada momento es un paso más hacia la decadencia y la extinción. Basta un instante, para que transiten del ámbito de lo que existe a lo que no existe, una gran cantidad de cosas, que son arrastradas como hojas de otoño por el viento frío de medianoche, sin dejar tras de sí vestigio alguno, solo recuerdos borrosos en los que no se puede confiar».
Murakami confiesa que una vez
publicada una novela se olvida de ella. No ocurre lo mismo con los cuentos, que
a veces lo zarandean en sueños hasta derpertarlo y le gritan: «¡Eh, que este no
es momento de dormir! ¡No puedes olvidarte de mí, aún te quedan cosas por
escribir!». Los cuentos son como bocetos de una futura novela como ocurre con La ciudad y sus muros inciertos su última
obra (no traducida todavía), seis años después de La muerte del Comendador, con más de 600 páginas, procede de un
cuento antiguo del mismo título. «Todo lo que escribo, asegura, es un cuento
extraño».
Las mujeres
son tiernas, sensibles, melancólicas, apasionadas, solitarias, tan
desorientadas como puedan estarlo los hombres, pero más complejas.
«Como decía Carl Jung –asegura Murakami-, las personas tenemos dos mitades. Una masculina y otra
femenina. Cuando creo una mujer, me adentro en mi parte femenina. En la vida
real soy un hombre y me siento como tal, pero cuando escribo sobre una mujer,
me empeño en ponerme en su lugar».
En la caza del carnero salvaje
hay una reflexión sobre La Soledad:
El narrador abandonado por su mujer dice «Me levantaba cada mañana a las 7, preparaba café, tostaba el pan, iba a trabajar, cenaba fuera, tomaba unas copas y, de vuelta a casa, me pasaba unas horas leyendo en la cama antes de apagar la luz. Los sábados y domingos, al no trabajar, iba por la mañana de cine en cine, y así mataba el tiempo; para no variar, cenaba solo, bebía unas copas y me dormía tras mi consabida lectura. De este modo, siguiendo el proceder de la gente que tacha uno tras otro los días del calendario, logré sobrevivir aquel mes».
En algún sitio he leído que
tanto Murakami, como Kafka, tienen un gran sentido del humor.
Al revés de lo que siempre hemos imaginado, Kafka, escritor oscuro, masoquista, acomplejado, que al final de su
vida quería quemar toda su obra. La verdad es que no soy capaz de encontrar
humor en ninguna de las páginas de Murakami,
Y tampoco me lo imagino riendo a carcajadas como Cervantes cuando escribe los diálogos del Quijote.
Aparte de la concesión merecida
del Premio Princesa de Asturias de las
Letras, otro motivo por el que destaco, en este Aula Poética, la figura de un escritor como Murakami, es por la de ser un narrador de una historia única. Igual que Homero está narrando la misma historia: la guerra de Troya, Murakami, y esta es la conclusión que yo saco de sus lecturas,
narra la guerra del individuo contra el estado totalitario, que como en Kafka, es una lucha sin esperanza, una lucha
perdida contra la memoria de los libros que desaparecen por el fuego o el
olvido.
Para finalizar propongo un pequeño ejercicio.
En una novela de Agatha Christie,
imaginamos el escenario: una mansión, una reunión en la Biblioteca, las luces
se apagan, se oye un grito, se encienden las luces y aparece un cadáver. Seguro
que Monsieur Poirot nos deslumbrará con su ingenio, para al final señalar al asesino.
En una novela de Murakami, la mansión se transforma en
una isla, sabemos que ha ocurrido un crimen, pero no hay cadáver, solo se
encuentra el vestido ensangrentado. No hay investigador. Todos nosotros como
lectores somos cómplices, porque sabemos que eso ha ocurrido en un mundo
paralelo.
... ... ...
Aprovecho el último cuento
comentado Áspera piedra, fría almohada
de donde he seleccionado cinco tankas de Haruki Murakami. Los tankas son poemas
de una enorme popularidad en Japón, muy similares a los haikus pero de cinco
versos. Los tankas son generalmente poemas de amor entre dos enamorados que se
comunican entre ellos con un lenguaje oscuro y críptico para esconder a los
demás el secreto de su relación.
1
Ya cae la tarde, / reino del desconcierto, / lluvia incesante.
Ya rasga el horizonte, / mira, el hacha sin nombre.
2
Áspera piedra, /sobre la fría almohada, / apoyo la sien,
palpitantes latidos / de mi sangre escucho.
3
Un largo trecho / se interpone entre ambos, / mar infinito.
¿Acaso fue sensato / volar hasta Júpiter?
4
Ahora o nunca, / este será el momento, / que no se escape.
Unamos nuestras manos, / que no se nos derrame.
5
¿Qué sucederá? / ¿Volveremos a vernos? / Nada está escrito.
Caprichoso destino, / ebrio de mil batallas.
Pepe
Ponce – 8/11/2023 – Aula Poética – Cuenca.
Un joven bibliotecario de nombre Katka despierta una mañana con las manos manchadas de sangre, y se pregunta si ha podido matar a su padre a pesar de estar tan lejos de casa: «Quizá lo maté a través de algún tipo de sueño especial». También, a través de los sueños, hace el amor con su madre y con su hermana, algo que no puede admitir.
En japonés la letra Q (quiu) se pronuncia igual que el número 9. Estamos en la distopía del Gran Hermano de Orwell, de su libro 1984, que hay que recordar es un libro futurista, publicado en 1949, el año de nacimiento de Murakami. Fue el primer libro de Murakami que cayó en mis manos, y a pesar de las repeticiones que ensombrecen sus páginas lo he vuelto a leer años después. Yo ya tenía escrito en Facebook en 2011 que «El dia que aparezcan dos lunas (una grande y amarilla y otra pequeña y verde) por los arcos ojivales de la Catedral de Cuenca, a Haruki Murakami le concederán el Nobel». Quizá en un mundo paralelo de 1Q84 ya se lo han concedido.
(2013) Los años de peregrinación del chico sin color
Aquí ocurre lo mismo que después veremos en La muerte del Comendador. Tsukuru Tazaki, en un sueño viola y deja embarazada a una joven que termina suicidándose. Parece que en los temas de las relaciones sexuales no consentidas y la amistad entre hombres, la homosexualidad, en la obra de Murakami, hubiera encontrado su canal de expresión, o su excusa, en el sueño, o en el deseo inconsciente de su realización a través de mundos paralelos.
El protagonista, es un pintor de 36 años, retratista de empresarios de notable éxito en Tokio, donde vive con su esposa, Yuzu. Ella, tras seis años casados, le dice que tiene una relación con otro hombre y el protagonista, en proceso de divorcio, decide viajar en su coche por la costa de Japón.
Un amigo le deja una casa en medio del bosque y descubre en un desván un cuadro descatalogado, una obra maestra, que lleva por título La muerte del Comendador, basado en la ópera Don Giovanni de Mozart. Termina regresando con su esposa Yuzu.
«Hice el amor con Yuzu, en una especie de sueño mientras viajaba solo de ciudad en ciudad. Me colé en sus sueños y como resultado se quedó embarazada. Dio a luz a los nueve meses. Había fecundado a Yuzu en un mundo paralelo».
Rana salva Tokio:
En esta novela una lombriz gigante vive en las entrañas de la Tierra, despierta de su letargo tras el terremoto de Kobe del 95, y está llena de odio. Rana se presenta para evitar otro terremoto y así salvar la vida de 150.000 personas y la devastación de Tokio. Aquí vemos su filosofía de galletitas de la suerte. Rana cita a Nietzsche: «El grado más alto del conocimiento se alcanza con la superación del miedo». y a Konrad: «El auténtico terror es el que se siente hacia la propia imaginación», y también a Hemingway: «El valor definitivo de nuestra vida no lo decide nuestra manera de ganar sino nuestra forma de perder». Esta fantasía nos presenta la filosofía que ha ido adquiriendo de sus autores favoritos adaptados a un budismo zen de galletitas de la suerte. «El valor de la vida humana, dice citando a Dostoievsky, es una terrible paradoja según la cual, el hombre que ha creado a Dios es abandonado por ese mismo Dios». Sin embargo, y aquí perdonamos a Murakami tanta filosofía barata, ya que en una de sus entrevistas dice: «En un mundo en el que Dios ha muerto, sólo el arte y la literatura pueden salvar al hombre».
En Tokio blues, también nos presenta esta misma filosofía: «La vida es como una caja de galletas, las hay de muchas clases, algunas te gustan y te las comes y al final sólo quedan en la caja las que no te gustan. Por eso, cuando lo paso mal, pienso: Hay que acabar con esto cuanto antes, ya vendrán tiempos mejores, porque la vida es como una caja de galletas».
Es una reflexión sobre la vejez: «Cómo pasa el tiempo. Han transcurrido ya muchos años... Envejecemos lo que dura un parpadeo, todo parece tan breve, no hay marcha atrás, cada momento es un paso más hacia la decadencia y la extinción. Basta un instante, para que transiten del ámbito de lo que existe a lo que no existe, una gran cantidad de cosas, que son arrastradas como hojas de otoño por el viento frío de medianoche, sin dejar tras de sí vestigio alguno, solo recuerdos borrosos en los que no se puede confiar».
El narrador abandonado por su mujer dice «Me levantaba cada mañana a las 7, preparaba café, tostaba el pan, iba a trabajar, cenaba fuera, tomaba unas copas y, de vuelta a casa, me pasaba unas horas leyendo en la cama antes de apagar la luz. Los sábados y domingos, al no trabajar, iba por la mañana de cine en cine, y así mataba el tiempo; para no variar, cenaba solo, bebía unas copas y me dormía tras mi consabida lectura. De este modo, siguiendo el proceder de la gente que tacha uno tras otro los días del calendario, logré sobrevivir aquel mes».
Ya rasga el horizonte, / mira, el hacha sin nombre.
palpitantes latidos / de mi sangre escucho.
¿Acaso fue sensato / volar hasta Júpiter?
Unamos nuestras manos, / que no se nos derrame.
Caprichoso destino, / ebrio de mil batallas.