Alguien a tu lado engulle una naranja:
“no te dejes apresar por su dulzura
-le dices susurrante-,
la cosecha de este año fue peor”.
La respuesta se adivina a tu lado
-pequeño sol destripado-,
escupiendo desde las encías:
“el desastre no fue definitivo
-responde su mirada de estómago-,
al menos esta se salvó”.