(Dedicado a Walt Disney)
Todo el mundo sabe que
en realidad los cerditos eran cuatro. El último murió en la sala de partos del
Saint Disney, asistido por Peggy Sue, comadrona con mala reputación, por haber
sido contable de PlayBoy. Las malas lenguas aseguran que su zurda, cerca de
unos fórceps se transformaba en máquina letal. Hurgar, rascar, sajar, eran sus
aficiones favoritas. Después de aquel fracaso descubrieron su oscuro secreto:
no tenía estudios de enfermería. Gracias a su melena pelirroja y su voz
melodiosa consiguió contrato de stripper en la Warner. Hoy vive retirada en
Cayo Sésamo, al ladito de un divo orejudo.