El
Teniente Peter Falk (46 años), principal responsable de la ceremonia, vigila
atentamente para que todo se desarrolle con precisión de cirujano. Setenta
agentes destacados, a pie de aeropuerto, repartidos cada quince metros en
semicírculos cada vez más amplios. Otros cuarenta controlan una valla metálica
donde se agolpan bajo la lluvia dos centenares de espectadores curiosos. Tienen
prohibido el uso de paraguas, por lo que resisten estoicamente las inclemencias
meteorológicas.
Peter
presiona un receptor en su oído derecho y habla con Sam Peck (Sargento de
narcóticos) que vigila desde la atalaya de la Torre de Control con unos prismáticos
Olimpus:
–¿Sansón?,
aquí Ringo, ¿Me recibes?
Por
los altavoces se oye la voz metálica de una grabación: “¡Ding-dong! El vuelo
procedente de Guanajuato tiene prevista su llegada a las 5:00 PM, ¡Ding-dong!”
–Alto
y claro, Ringo. Cambio.
–¿A
qué hora llegan los de la tele, Sam?
–¿No
te lo han dicho? Cambio.
–¿Qué
me tenían que decir?
–Que
no vienen, pensaba que lo sabías. El director de programación dice que se le
iban a mojar las cámaras y que retocarían imágenes de la última visita. Cambio.
–Qué
última visita Sam, si el Papa nunca ha estado en Purificación.
“Siempre
hay una primera vez -pensó Roberto-, una primera vez para nacer, una primera
vez para morir, y en medio todo está lleno de malditas primeras veces: la
primera vez que haces el amor, la primera que te pinchas, la primera que te
cargas a un fulano, y la segunda y la tercera, ja, ja, ja.”
A
Zorba le llaman “el dinamitero”. Tiene una gran cicatriz que le cruza la cara
de Nordeste a Sudoeste, pasando por el ojo izquierdo, la nariz y la comisura
derecha de la boca. Es de origen griego, y cuando sonríe parece que sonríe
doble. Su especialidad es la de meterse en todos los líos. Sus manazas son
proverbiales en Asunción, la isla vecina, y en todo el Archipiélago.
El
Arzobispo de Antioquia, Colombia, Gran Chambelán del Papa Sacramento I, se
inclina gravemente al paso de la azafata cardenalicia, la cual le sirve un
refrigerio a base de whisqui de dos maltas con hielo. El Papa dormita a su
lado, de repente despierta, se asoma por la ventanilla y dice:
–Mira,
Rufus, Isla Margarita, la he visto en Google y…
La
voz del comandante lo saca de su error: “En estos momentos estamos sobrevolando
Isla Sabrosa, así llamada porque los indígenas eran muy aficionados a la carne
cristiana de los primeros conquistadores”.
–¡Ah!,
pues yo creía que era la Margarita -dice cruzando los dedos.
–Serían
otros Mapps Santidad -le asegura el camarlengo mientras sorbe un largo trago.
Zorba
y Roberto se dirigen por las alcantarillas como dos ratas sedientas al punto
señalado. El primero lleva una linterna en la mano, el segundo en su casco de
minero. El primero lleva su mochila cargada con una bomba casera, una especie
de cacerola agujereada por donde colocar los cables que transporta la mochila
del segundo.
–¿Tienes
listo el temporizador? -dice Roberto mientras se limpia una gota de sudor.
Zorba
mira su reloj, después mira a Roberto y le contesta:
–Todavía
faltan veinte minutos -dice mientras se detiene-, aquí es.
–Oye
Zor -le dice Roberto-. ¿Cómo sabes que no te has equivocado de cloaca?, arriba
no se oye ningún ruido.
–Bob,
los planos del aeropuerto son de primera. Venga saquemos el material.
–Con
cuidado, ¿Eh?
–Aquí
Sansón, ¿Me recibes, Ringo?
–Alto
y claro, Sam.
–¿Por
qué parece que te ha entrado el baile de San Vito?, y justo ahora, a punto de
entrar en la pista Su Santidad. Cambio.
–Déjame
de santos que me deshago.
–Será
la lluvia, Ringo, aprovecha que todo el mundo está pendiente del palco de
autoridades. Mira cómo saluda el Presidente Juárez. Cambio.
–Corto.
Zorba
y Roberto se alejan a toda prisa por los túneles después de colocar la mecha
con los cables unidos al temporizador. En tres minutos tienen que estar muy
lejos, si no quieren ser parrillada de barbacoa.
Peter
Falk, alias Ringo, se abrocha la gabardina con los brazos por dentro. Cuando
llega el avión, se desabrocha el cinturón. Se coloca sobre la alcantarilla y
exclama:
–¡Ooooh,
Dios!
Se
abre la compuerta. Pese a la lluvia sonríe la azafata seguida muy de cerca por
el Arzobispo. En medio de la pasarela aparece el Papa Sacramento. Bendice a los
presentes que gritan enfervorizados. Desciende el primer travesaño de la
escalera metálica, y…
En
ese mismo momento los tambores comenzaron a sonar.