lunes, 4 de abril de 2016

JOHNNY COGIÓ SU FUSIL

“Bajo el sombrero de ala ancha y un sol de hielo, Johnny se arrastró serpenteando entre la nieve por la árida quebrada de las Rocosas. A su lado un escarabajo escarbó un agujero donde esconderse, intentando escapar del frío. Johnny iba dejando un reguero de sangre.
“Debo tener una costilla rota -se dijo retorciéndose de dolor.” Por la mira telescópica de su Winchester pudo ver a dos de sus perseguidores moviéndose con rapidez de una roca a otra, sin dejar de avanzar, acercándose a su refugio.
“¿Y Ralph, dónde se ha metido -se preguntó inquieto?”
–Ríndete Johnny, no tienes escapatoria, -le dijo Sam, el de la casaca militar.
Johnny se sentó tras una roca, de espaldas a la voz, dejó su fusil,  sopesó su Colt 45, comprobó la munición, dispuesto a enfrentarse cara a cara al tercer enemigo.”

El profesor Arpad deja a un lado la escritura de su última novela, todavía no sabe cómo se va a salvar su héroe de la encerrona. Toca con un dedo el ala del sombrero de copa y Demócrito, el mono de alambre que lo lleva, empieza a temblar como un flan. Echa un vistazo rápido a los paneles. Todo sigue igual, ni una sola vez en los últimos seis meses, ninguna comunicación del exterior. Está aislado, como un ratón al que le han tapiado la puerta. Por suerte, el sistema de regeneración de oxígeno funciona perfectamente. Su alimento a base de comprimidos liofilizados puede durarle otros seis meses. Después, cuando la comida se termine, apretará el botón. Fin, como las novelas del Oeste que firma con el seudónimo Reno, y que nadie podrá leer. El planeta ha dejado de existir. Seis meses sin una sola voz aparte de la suya y los sonidos de las grabaciones musicales. El radar apunta aleatoriamente a todos los puntos de la Tierra, pero nada se mueve. Todas las especies se han extinguido.