EL NOVENO STALIN
(Guion de Peter D. Salinger para el centenario de una revolución)
(En todas las escenas aparece de alguna u otra forma el maquillaje, atrezzo, cámaras, raíles, grúas, micrófonos de jirafa, en fin todo lo que rodea al mundillo.)
BRUCE: (calvo y
con gafas)
Tom,
¿te has fijado?, todo el mundo está por la Skarlett.
TOM: (con un gran
mostacho)
Bruce, estoy más que harto de estos boches, o bolches.
(Se acerca Skarlett todo sonrisas.)
SKARLETT:
Chicos,
habéis estado fantásticos, pero tú especialmente Tom me fascinas, con todo ese
trabajo extra, cambiando continuamente de maquillaje, de personajes que se auto
inventan. como si estuvieras creando un mundo nuevo cada vez, cada vez que
cambias de maquillaje, sí.
TOM:
Qué
ha salido mal, Ska.
SKARLETT:
Eh,
no, nada. Todo.
BRUCE:
No
nos jodas monita.
TOM:
Bruce,
no nos jodas, deja en paz a la mona.
SKARLETT:
Bueno chicos, dentro de cinco minutos, repetimos toma, pero ahora tú, Tom...
(dirigiéndose a la maquilladora)
... con el bigotón recortado, un pelín más cano. ¡Muy bien, eso es!...
(a Tom)
... y debajo de ese cepillo quiero ver una sonrisa. Cielitos, nos vemos, en la Rueda toma 8, chau.
(Bruce hace señas a un camarero y este le trae a la carrera un cubata con hielo, le da un cigarrillo, lo enciende, coge un móvil, marca los números con impaciencia.)
BRUCE:
John,
eres tú, jodido cabrón, seguro que estás en una piscina del Sheraton, toma
nota: si quieres seguir siendo mi puto agente tienes que lograr...
RUEDA DE RECONOCIMIENTO TOMA 8
SKARLETT:
Todo
el mundo a sus puestos, y cámara…, acción.
STALIN (TOM):
Dime Laurenti si yo estuviera al otro lado del espejo, y si aquí en mi lugar estuviera uno de ellos...
(señala a uno de los diez dobles alineados en una pared)
... qué
harías.
BERIA (BRUCE):
Yo
seguiría siendo fiel al Koba[1]
que he conocido y al que venero.
STALIN:
Ya,
ya, pero y si no pudieras distinguirme.
BERIA:
Eso es imposible. Aquél...
(señala a uno)
... suda como un cerdo, tú eres diestro y ese de al lado se rasca distraído el brazo derecho...
(sigue señalando a los demás)
... demasiado joven, demasiado bajo, ninguno ha tenido viruela, luego está la voz, el acento georgiano. No, no y no, es imposible.
(Vemos al cámara siguiendo las indicaciones de la Skarlett, pasando del interior del cuarto, sin transición, a los dobles, y de vuelta al cuartucho, a un primer plano de la cara de Beria, que empieza con una sonrisa y termina en una mueca burlona.)
STALIN:
Recuerdas
el libro de Cambises que te comenté. Me encantó la forma en la que Darío se
hizo con el poder, liquidó a su adversario Esmerdis, diciendo que había sido
asesinado por un doble que ocupó su lugar cuando estaban guerreando en Egipto.
BERIA:
Convenció
al pueblo con una estela de 25 x 35 metros en una ruta de caravanas. Era su
medio de hacerse auto propaganda.
STALIN:
Venció
en diecinueve batallas y capturó a nueves reyes en un año, esa fue su forma de
convencer al pueblo, haciéndose imprescindible.
Y sin ir tan atrás en el tiempo, Pugachev se hizo pasar por Pedro III y encabezó una rebelión campesina contra la gran Catalina.
(La imagen que nos queda en pantalla es la de un Stalin de ojos brillantes y con la mirada de un visionario.)
SKARLETT:
Corten y a positivar. Muy bien chicos.
PUERTA DEL KREMLIN TOMA UNICA.
(CARTEL: MOSCÚ DICIEMBRE 1934)
(La cámara siguiendo el
vuelo de unos patos.
Imagen en las márgenes
del río Moscova, el Kremlin. La cámara acercándose progresivamente a la
muralla, y a la puerta de entrada, por donde pasan nueve berlinas negras. Cada
una en una dirección.
La cámara se acerca en
planos sucesivos al interior de las berlinas mostrando a Stalin 1, Stalin 2,
Stalin 3..., pasando la imagen de uno a otro como si fuera el zumbido de un
moscardón.
Al último Stalin lo
vemos con cara de pánico, está viendo algo que la pantalla no tardará en
mostrarnos.
Vuela ese moscardón
hacia arriba en un plano general y vemos sincronizadas nueve explosiones que
afectan a todas las berlinas.
Gritos de dolor, una
berlina se estrella contra otro vehículo que circulaba en dirección contraria.
Otra se estrella contra un edificio, otra se precipita a la orilla del río. Los
demás vehículos se quedan simplemente parados como monumentos de una inmensa
pira sacrificial.
Sigue el paseo de la
cámara por el interior del Kremlin, vemos la campana de Iván el Terrible, con
un bullicio de milicianos armados.
En el edificio de la
vivienda del dictador vemos una contraventana, se abre, y se asoma Stalin.
Parece aspirar con
fruición en pleno aire invernal, el aroma de la pólvora.
Suena un teléfono en el
interior del palacio al mismo tiempo que las sirenas, de la policía, y de las
ambulancias en medio de los gritos.
Cara sonriente de la Swansson.)
SKARLETT:
Corten.
PALACIO DEL KREMLIN TOMA 5
(Ruido de teléfonos de fondo, sirenas...)
SKARLETT:
Preparados
y listos y acción.
STALIN:
Que nadie conteste esos malditos teléfonos. Todos deben creer que el Vozhd[2] ha caído en una emboscada. Quiero saber quién es el súbdito más leal a su patria y a su primer ciudadano.
(Llaman a la puerta. Entran Vlasik, su guardaespaldas, y Beria, su nuevo favorito.)
BERIA:
¿Koba?,
¡por todos los demonios!, ya sabía yo que tú no puedes morir. ¿Por qué te
callas?, ¿eres realmente tú, verdad?, ya entiendo, esto lo has organizado a
propósito. Las bombas han salido de dentro, ¿no es cierto? Entra un doble de
Stalin colocándose uno al lado del otro.
STALIN:
Mi querido Laurenti, eres muy terco, pero que muy, muy inteligente.
(Entra medio lloriqueando Svetlana, la hijita de Stalin, ésta se queda mirando a los dos Stalin, se dirige hacia el doble.)
SVETLANA:
Papuscha,
pensé que te habían liquidado los contrarrevolucionarios.
BERIA:
¡Basta
de farsas!
STALIN:
A
partir de ahora podré decir que cualquier parecido con la realidad es una pura
coincidencia.
DOBLE:
Soy lo que parezco y no parezco lo que soy.
(Sale llevando de la mano a la pequeña al tiempo que entran Kruschev, Kirov y Voroshilov.)
KRUSHEV:
Qué
ha pasado camarada, he llamado por teléfono y al no contestar nadie, me temí lo
peor.
STALIN:
Ya
sabéis lo que hay que hacer, mañana Pravda publicará una edición especial:
descubierto un atentado terrorista organizado por la facción judía, se ha
desmantelado etcétera, etcétera.
KRUSCHEV:
Tenemos
una grieta en el Partido.
VOROSHILOV:
Habrá
que detener a los principales instigadores.
KIROV:
Y
ejecutar a los cabecillas.
STALIN:
Sergei,
Sergei, tú mismo eres judío.
KIROV:
Yo, yo, siempre he sido leal. ¿No creerás que yo tuve nada que ver?
(Beria desenfunda su Mauser y apunta a la cabeza de Kirov.)
STALIN: (imita a
Lenin arrastrando las erres)
No es nada pe-r-r-sonal, esto se llama Auto-r-r-idad Sup-r-r-ema[3].
(Dirigiéndose a Beria)
R-r-ast-r-r-elyat[4].
BERIA:
Alguien tiene que pagar por esto.
(Beria dispara.)
SKARLETT:
Corten.
Fantástico chicos. Buena interpretación. A positivar.
TEATRO BOLSHOI TOMA 1
(CARTEL: MOSCÚ DICIEMBRE 1949
70º ANIVERSARIO DE STALIN
VISITA DE MAO)
(El teatro Bolshoi está repleto, las cámaras están grabando un acontecimiento histórico, la visita de Mao con su guerrera revolucionaria, escoltado por doce guardaespaldas, todos chinos vestidos con sus casacas verdes. Saltan los actores, bailarines, coreógrafos, autor y director al escenario. Saludan.)
SKARLETT:
Vamos chicos, más ánimo que esto parece un funeral, y no el cumpleaños del jefe.
(Al cámara)
Haz tu trabajo y graba, no pierdas detalle.
(Mao entra con un puño levantado, el derecho, y en su mano izquierda lleva un libro rojo con una cinta verde de regalo. Inclina la cabeza para saludar continuamente hasta hacerse sitio con una gran sonrisa en el palco junto al líder, con el rostro cada vez más envejecido.)
PALCO TEATRO BOLSHOI TOMA 2
(La Swansson se dedica a ir de cámara en cámara, buscando planos cortos de los líderes mundiales.)
STALIN:
Es un bonito regalo, nuestro sufrido pueblo lo sabrá apreciar. ¿Cuántos ejemplares habéis imprimido?, ¿cien millones, quizá?, lástima que nuestro pueblo no sepa leer.
(Ríe estrepitosamente y
termina tosiendo.
Un intérprete se inclina al oído izquierdo de Mao, susurra su traducción e inmediatamente le responde.)
MAO-TRADUCTOR:
Nuestro
lema casa-hijo-libro se cumpliría si no fuera por las molestias que nos causan
nuestros vecinos del Sur.
STALIN:
Algo
hemos oído, el imperialismo y el fascismo quieren otra vez desestabilizar ese
pequeño rincón.
MAO-TRADUCTOR:
Hemos
desterrado y enviado lejos a Chiang Kai-Chek, pero sigue teniendo muy poderosos
amigos, y nosotros en Corea tenemos un grano en el culo.
Necesitamos,
su ayuda, por un lado apoyo internacional, una declaración de intenciones, algo
clarificante como que la Unión Soviética está de parte de la revolución China,
por otro precisamos su ayuda incondicional, un ejército amigo que levante la
moral de nuestros soldados frente al Imperio americano, y por último el mayor
compromiso unido a su ayuda logística, carros de combate, armas y medicinas.
El
pueblo chino sabrá apreciar el esfuerzo del pueblo soviético.
STALIN:
Nuestro
amigo Ho Chi Minh dice que un día de prisión equivale a mil días de libertad.
Laurenti, qué opinas.
BERIA:
Koba, nuestro pueblo está muy enfermo y en plena fase de reconstrucción. Sufrimos las bajas de diecisiete millones de ciudadanos durante la Segunda Guerra mientras los chinos se dedicaban a tirar chinitas.
(Stalin se pone de pie
en el palco, levanta el libro rojo con sus dos manos, el público ruge
entusiasmado, Stalin vuelve a sentarse de espaldas a la representación que
sigue con acordes cada vez más rápidos el Danubio Azul.
Unos camareros colocan una mesita en medio de los dos dirigentes, con bebidas, botellas de Vodka, una cubitera de hielo. Stalin y Mao observados de cerca por sus seguidores más fieles juegan a una especie de ajedrez con los vasos, moviendo los cubitos de hielo como si fueran peones.)
STALIN: (bebiendo
un largo trago, a Mao)
Defendemos nuestras fronteras, pero ahora mismo, el futuro es pesimista. Tenemos las manos atadas, al oeste los americanos en Alemania, al sur los americanos en Turquía, Egipto es un aliado fiel, pero...
(golpea la mesita)
... ahora
tenemos Israel.
MAO-TRADUCTOR:
Los chinos decimos que los problemas comienzan en el pozo de la India, pero ahora el fuego coreano no lo podemos apagar...
(bebe un trago y da otro golpe en la mesita)
... y
no lo apagaremos nosotros solos.
STALIN:
La
Unión de Naciones no verá con buenos ojos ninguna decisión por nuestra parte de
manera unilateral en ninguna confrontación.
MAO-TRADUCTOR:
No
esperaba esa respuesta. El camarada Stalin no parece el mismo que defendió al
obrero junto al camarada Lenin. Está más gordo, tiene otro aire, más sibarita.
Seguro que tiene los mejores cocineros.
BERIA:
Y
una buena reserva de los mejores vinos, en las bodegas del Kremlin.
STALIN: (dirigiéndose
al traductor)
Mao,
Mao, Mao, lo vamos a celebrar como se merece, firmaremos un acuerdo de paz, y
así todo el mundo sabrá que nuestro apoyo es sincero.
(Stalin se levanta de
nuevo, el público del Bolshoi ruge otra vez, Mao se levanta también, se
abrazan, aplausos y vivas a la revolución. Un espectador del patio de butacas,
saca una pistola entusiasmado y dispara al aire, y de inmediato es rodeado y
asaltado por una multitud de agentes uniformados que lo reducen.
Mao sale muy pálido del palco, rodeado por su séquito.)
STALIN: (despreciativamente,
a Beria)
Este
Mao siempre será un campesino.
BERIA:
A
veces son más peligrosos los amigos difíciles que los propios enemigos.
SKARLETT:
Corten, chicos, habéis estado magníficos.
(A los cámaras)
A
positivar, y quiero que le deis un aire de documental de época.
EL FINAL – DACHA BLIZHNIAIA
(CARTEL: KUNTSEVO MARZO 1953)
(Beria, seguido por Svetlana, Kruschev, Molotov y cuatro criados se paran ante las puertas del salón sin atreverse a abrirlas. Por fin, Beria, con un gesto resignado empuja las hojas. Una de las criadas se santigua mecánicamente. Stalin está tirado en el suelo con una mueca en su rostro.)
BERIA: (cogiéndolo
de la mano)
Iósif, Padrecito.
(A los criados)
Aún respira. Llamad a su médico, rápido.
(A Stalin)
Estúpido. ¿Cuándo dejarás de beber ese Vodka del demonio, maldito georgiano?
(A los criados)
Qué hacéis ahí parados. No me habéis oído. Os despellejaré como a ratas de cloaca.
NIKITA: (en voz
baja)
Laurenti. Hace un par de meses que el líder encarceló a su médico personal, junto con otros siete médicos acusados de ascendencia judía.
(Stalin, se agita, balbucea palabras sin sentido. A un gesto de Beria los criados lo llevan a un sofá.
BERIA:
Afeitadlo, vestidlo. Y traed de una vez a ese médico renegado. El Padre de la Patria todavía está con nosotros.
(Stalin se queda mirando a su hija Svetlana. Levanta la mano izquierda, apunta con un dedo el cuadro de la pared donde una niña le da de beber con un cuerno lleno de leche a un cordero, se señala después a sí mismo. Se desploma.)
Idiota. Hemos malgastado nuestras fuerzas siguiendo a este idiota.
NIKITA:
¡Basta ya, Laurenti! ¿No ves que ha muerto?
SKARLETT:
¡Corten!
(A los cámaras.)
¡Quiero visionar esta parte con un espíritu…!
TOM: (levantándose
del sofá y sonriendo)
¿Revisionista?
BRUCE:
¡Yipi ya y ye, hijo de puta!
SKARLETT:
Eso es todo chicos.
(Guiñándole un ojo a Tom.)
Como dijiste en Apolo XIII: ¡Venderemos la casa!
(Los operadores desmontan los decorados, van recogiendo todos sus aparatos de luces, pancartas, banderas...)
PLAZA ROJA – ESTEPA
(La cámara va siguiendo
la procesión con las multitudes abarrotando las calles. En el más absoluto
silencio resuenan los redobles.
FUNDIDO con la imagen
de las vías de un tren, con su monótono traqueteo, recorriendo la estepa. Va
mostrando el paisaje y a los labradores.
Mientras suena una
balalaika con los acordes de La Internacional se oye en off recitar el poema de
Soselo[5]:
El viejo Ninika.)
VOZ EN OFF:
Nuestro Ninika se ha hecho viejo,
se han caído sus hombros de héroe...
¿Cómo pudo tu férrea fortaleza
doblegarte,
y encanecer tu desolada cabellera?
¡Ay madre!
¡Cuántas veces agitando la hoz,
al otro extremo del campo de trigo,
estalló en un aullido su pecho
desnudo!
Acumuló montañas de gavillas
unas al lado de otras,
y a su rostro marcado de sudor
se asomaron el fuego y el humo.
Pero ahora, quebrado por la vejez,
no puede ni mover las rodillas,
yace acostado, sueña o habla del
pasado
con los hijos de sus hijos.
De vez en cuando oye el sonido del
canto
en los vecinos campos de trigo
y su corazón, en otro tiempo tan
duro,
vuelve a latir de júbilo.
FIN
AUTOR: Pepe Illarguia. Cuenca 2017-19.
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